Alice trota una mañana y a la vuelta de una esquina de pronto olvida quién es y en dónde esta. Por breves instantes, su rostro se convierte en miedo y confusión. Más adelante ella, una connotada lingüista, comienza a olvidar palabras. Cuando estos episodios se hacen reiterativos, acude a su médico: es diagnosticada con Alzheimer de inicio temprano. Este es el argumento de una exitosa película de 2014, titulada Siempre Alice. Sin embargo, estos casos suceden con más frecuencia en la vida real de lo que muchos pudiéramos creer.
De acuerdo con las últimas cifras de la Organización Panamericana de la Salud, cada 3 segundos una persona en el mundo desarrolla algún tipo de demencia, siendo la más frecuente la Enfermedad de Alzheimer, cuyo día mundial se celebra cada 21 de septiembre. Se prevé que el número total de personas con demencia alcance los 82 millones en 2030, 70% de ellos con Alzheimer.
Hay dos tipos diferentes de enfermedad de Alzheimer: de inicio temprano y de inicio tardío. El Alzheimer de aparición tardía es el más común de los dos y los síntomas generalmente comienzan a aparecer a mediados de los 60 años. Los signos de Alzheimer de inicio temprano comienzan a aparecer entre los 30 y los 60 años de edad.
Es importante tener en cuenta que la Enfermedad de Alzheimer no puede curarse, pero de ser diagnosticada a tiempo, se puede mejorar la calidad de vida del paciente, así como preparar a la familia sobre el cuidado que requerirá la persona cuando la enfermedad evolucione.
Cambios en el cerebro
En el cerebro ocurren cambios muy sutiles mucho antes de que aparezcan los primeros signos de pérdida de memoria relacionados con la enfermedad de Alzheimer. Los investigadores creen que el daño al cerebro comienza una década o más antes de que sus efectos sean evidentes.
El daño cerebral relacionado con la enfermedad de Alzheimer parece comenzar en el hipocampo, que es el área del cerebro responsable de la formación de recuerdos. A medida que avanza la enfermedad, otras áreas del cerebro también se ven afectadas y comienzan a encogerse. En la etapa final de la enfermedad, el daño es generalizado y el tejido cerebral se ha reducido radicalmente.
Los médicos utilizan una evaluación cognitiva para ayudar a diagnosticar la enfermedad de Alzheimer. Una persona debe tener una pérdida gradual de la memoria y un deterioro cognitivo progresivo para ser diagnosticada. Los síntomas de la enfermedad deben ser lo suficientemente graves como para interferir con las actividades diarias habituales de una persona.
Las personas que sufren de problemas de memoria deben ver a su médico una o dos veces al año. Un médico de atención primaria puede derivar a un paciente a uno o más especialistas, como un geriatra o un neurólogo.